Al final, la Pochi se salió con la suya.
Yo le decía que no hacía falta, que para qué íbamos a gastar. Si con los cinco canales nos arreglamos.
A la mañana no miro la tele. Más bien me gusta escuchar al Negro Oro, que me hace reír. ¡Cómo desafina cuando canta! Pero es tan gracioso...
Recién la prendo al mediodía, para ver a Mirtha, que siempre le termina metiendo la tapa a algún político de esos que invita, pero con clase, porque es una señora.
A la tarde me veo las novelas del nueve, que están una mejor que la otra, y a la nochecita, cuando la Pochi vuelve del ministerio, miramos juntas el noticiero mientras cenamos. Vamos cambiando, porque a veces el del nueve se pone un poco impresionante, con esto de la inseguridad. Así que a veces ponemos el siete, pero la Pochi dice que es todo a favor del gobierno, y entonces me cambia al trece.
Después, eso sí, religiosamente, Tinelli: ¡cómo se pelean esas bailarinas con los del jurado! A veces hasta me parece que estuviera arreglado.
Pero cuando a la Pochi se le pone algo en la cabeza, no para.
Así que ayer nos vinieron a poner el cable.
Hoy a la mañana, cuando se iba para el Ministerio, me puso el control remoto en la mano, y me dijo:
-Mamá, ahora sí que tenés para entretenerte!
Yo no le dí mucha bolilla, porque estaba con la radio, pero al rato me dio un poco de curiosidad, y me puse a pasar los canales. ¡Son como ochenta! Los miré así por arriba, nomás, porque ya se hacía la hora de Mirtha.
Hay uno, el 98, que es más raro que no se qué. En blanco y negro, mudo, y muestran todo el tiempo el mismo decorado. Para mí que no funciona bien.
Cuando vuelva la Pochi, le tengo que decir que llame a los del cable para reclamar
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